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LA PARÁBOLA DE LOS HIJOS “SÍ” Y NO “

LA PARÁBOLA DE LOS HIJOS “SÍ” Y NO “



“De buenas intenciones el infierno está lleno”, dice lo dictado, aunque yo no concuerde de modo absoluto con él. Tal dictado no debe pensar en el infierno en la perspectiva del final de los tiempos, pero sólo histórica.

De hecho, yo creo que con buenas intenciones muchos males son hechos, pero temo por hacer el “infierno de los finales del tiempo” quedar lleno de cualquier cosa que haya sido buena por lo menos en la subjetividad.

En la realidad, el infierno del juicio final está lleno es de malas intenciones que se visten de piedad

El Evangelio cuenta la parábola del hombre que tenía dos hijos. El padre fue la un de ellos y pidió que él fuera a cuidar de sus negocios en la viña. Y el hijo le dijo: “No, yo no iré, mi padre”. Pero después de un tiempo, cambió de idea, y fue.

Entonces el padre se volvió para el otro hijo, y dijo la misma cosa, y él dijo: “Sí, mi padre, yo iré”, pero de hecho no fue.

Entonces Jesus preguntó: “Cual de los dos hijos hizo la gana de su padre?” (Mt. 21:28–31)1.

De hecho, lo que Jesus está enseñando es que decir “sí” para algo, no necesariamente carga la intención de hacer alguna cosa, visto que ese simple “sí”, no necesariamente, trabaja para realizar la gana del Padre, por la simple declaración de un “sí”.

En la realidad, muchos “Sis” esconden la pereza de hacer la gana del padre. Es fácil construir el auto-engaño de decir “sí” sólo para que pueda procrastinar (dejar para después) a punto de no hacer, visto que el “sí” parece cargar, para muchos, la falsa idea de que la confesión verbal de acuerdo, realiza alguna cosa. De ese modo, la disposición “del sí” se hace, muchas veces, en hipocresía y coartada para no hacerse nada.

Y esto mucho me impresiona. Sí, quedo siempre muy impresionado con la cantidad de “améns” que son hablados sólo en la intención auto-engañosa de decir “no” con las acciones subsecuentes, y que nunca serán “negaciones verbales”, y con el coraje de los que dicen “no”.

Todo “sí” que no crea un “sí” en la práctica, es el más horribles de todos los “nos”, visto que será “no” mismo. Esos tales “sís” siempre serán negaciones, por la omisión que procrastina ( dejar para después, engañar )para siempre.

Cuando yo digo “sí”, muchas veces, estoy sólo “comprando tiempo de olvido”, pues, de hecho, no tengo ninguna disposición de hacer lo que prometo. Esto porque en los “améms”, la gente crea una falsa impresión de obediencia, y que sirve como encubrimiento de la real decisión de nada hacer.

Ah, como es simple usar palabras y promesas a fin de crear la ilusión de la obediencia!

De ese modo, Jesus está en los enseñando que un “no” verdadero carga muy más promesa verdadera que un “sí” que sólo intentar desvía la atención del “no” que no se tiene coraje de hablar.

Decir un “sí” puede ser el veneno para neutralizar la conciencia, y aniquilar el poder de un “sí-hecho-obediencia”.

Ya un “no” honesto puede producir, con la misma fuerza de la negación, un arrepentimiento que se transforme en un “sí” de acciones, y que serán tan verdaderas cuanto el coraje del “no”.

Esto porque decir “no” genera muy más reflexión y posibilidad de real cambio de la mente, poniendo la persona en el camino de una nueva decisión, igualmente sincera.

Sin embargo, en “todo sí” fácil, existe el poder de la somnolencia, y que no raramente deja a hijo- “del-sí” como un ser profundamente negativo en la práctica, visto que es en el “no” que habita el poder del “amén”, del verdadero “sí”, cuando el corazón queda instigado por la propia fuerza de una convicción que muy rápidamente puede volcar un “sí sin palabra sí”.

Quien dice “sí” está en el camino de hacer su gana; de ahí, muy fácilmente, hacer tanto su propia gana, que no hace lo que dijo al Padre que iría a hacer.

Ya quien dice “no” se contraría, y pierde la paz, y se ve gracias a reflejar, aunque no hay confort en el “no”.

El “sí” compra tiempo. Ya el no abre mano del tiempo, sobrándole, por lo tanto, la oportunidad de una profunda conversión.

Ahora, por un instante, imaginemos que ningún de los dos hijos hizo lo que el padre le había pedido.

En ese caso, un “no”, con certeza, aún dejaría ambos hijo de la negación más cerca de hacer la gana del padre, que se ambos tuvieran piadosamente dicho sólo “sí”, y, así, quedaran ciertos de que el tiempo les pertenecía. Sin embargo, la declaración del “no” abre mano del tiempo, sobrándole sólo la posibilidad del arrepentimiento.

A buen seguro aquel hermano del “sí” tiende muy más la nada hacer, pues él muy fácilmente juzgará que su promesa de obediencia lo colocó en el eje de la gana del Padre, nada sin embargo realizando además de la creación de la fantasía de promesas hechas sólo para que no sean cumplidas, visto que el corazón no está interesado en la gana del Padre, pero sólo en parecer que a realiza.

El mayor peligro de decir “sí” es que él anestesia la conciencia, pues pone “el ser-sí” en la ilusión de que su confesión ya es la cosa en sí.

Lo que importa no es lo que se dice como “sí” o como “no”, pero sólo se se puede decir: “Aquí estoy, mi padre!”

Decir “sí” para Dios, y no salir del lugar, es el camino para el cinismo y para el confessionismo (gana de no hacer) que coloca el individuo en el camino de la desobediencia “sumisa”.

Ya, decir “no”, puede colocar la persona en la carretera del que es, aunque haya así se hecho por la vía de una posterior reflexión.

viva de buenas “intenciones” genera un terrible vicio, y los que en eso se vician acaban por quedar "sin sentir dolor" como se estuvieran extasiados, llenos de promesas confesadas en ruedas de fraternidad, pero que, en general, nada producen de hormigón al fin de la orgía de supuesta “buena gana”.

Aquí no hay alabanza al hijo que dijo “no”, pero hay seria advertencia a quién dice “sí”, y con esto no dice nada, pues muy peor que decir “no”, es decir “hágase tu gana”, mientras se vive indiferente al antojo confesado como promesa.

Por esto, Jesus dijo que el “sí” debe significar sólo sí, y que el “no” debe significar sólo no. Pero si se tiene que escoger de los males el menor, es mejor tenerse un “no” que vuelque en la práctica un “sí”, que haberse uno “sí” que en la practica es sólo “no”.

Y, aquí, Tiago crece a nuestros ojos, cuando dijo: “Me muestra tu fe sin las obras, y yo, con mis obras, te mostraré mi fe”.

Piense en esto!

Caio






Traducción : Rosélia Luis
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